Este fin de semana me tocó realizar el censo de ardeidas invernantes en la ciudad de Toledo.
Aunque en un principio se ofrecieron un par de voluntarios más, al final por unas cosas o por otras, a última hora me veía sola para realizar el censo. La tarde de antes conseguí convencer a mi amiga Mayte para que me acompañara.
Después de una mañana visitando diferentes lagunas por la Mancha Húmeda y tras unos bocatas, fuimos al punto para comenzar el censo de ardeidas en dos isletas que son utilizadas como dormidero, principalmente por las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) sobre el río Tajo a su paso por la ciudad de Toledo.
Al comienzo del censo, y durante una hora y media, pudimos llegar a localizar unas 15 garzas reales (Ardea cinerea), que habían entrado tempranamente al dormidero, y 12 martinetes (Nycticorax nycticorax), jóvenes y adultos, que empezaban a desperezarse y que no sería hasta que no quedase a penas claridad, cuando empezarían a surcar el cielo. Con razón se la llama la garza de la noche.
Mientras esperábamos que las primeras garcillas empezasen a entrar, pudimos observar otra de las ardeidas, un invernante escaso, y más habitual como reproductor, el avetorillo común (Ixobrychus minutus), primero, cruzando el Tajo una hembra o quizás juvenil, de plumaje más críptico, y luego haciendo aparición un precioso macho que estuvo comiendo a la orilla del carrizo un buen rato.
Cuando ya empezábamos a inquietarnos porque las garcillas no acababan de llegar, eran las 18:00, empezaba a ocultarse el sol, y a penas habían llegado dos garcillas bueyeras…cuando comenzaron a llegar pequeños bandos de la protagonista…primero, 20, luego 2 más, 10 más, otras 5……empezaron a llegar grupos grandes, 80, individuos sueltos, otras 50….un no parar durante los siguientes 40 minutos…no fue hasta las 6:45 cuando entraron las últimas rezagadas….hasta 1.400 garcillas bueyeras pudimos contar que hicieron su entrada al dormidero. Junto a ellas, cientos, quizás miles de grajillas, habían hecho lo propio, aunque en esta ocasión no se trataba de contar grajillas. También un par de decenas de cormoranes y cientos de palomas cimarronas adornaron la vegetación palustre de las dos isletas, cargadas de ardeidas, grajillas y otros acompañantes.
Garcilla bueyera (Bubulcus ibis)
Cuando dejaron de entrar las garcillas, empezaron a moverse los martinetes. Un espectáculo verlos surcar el cielo, con la ciudad de Toledo de fondo, y bajo la tenue luz de las farolas, daban un aspecto misterioso a esta ciudad, que a pesar de la cercanía a Madrid, y el crecimiento que ha sufrido en los últimos años, aún conserva la magia de sus muros de piedra mientras las garzas de la noche, recorren el río que envuelve a esta enigmática ciudad.
Te pedían por ahí que escribas más. Me sumo.
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